Así
se sucedían los días, sentado al otro lado de los cristales cuya
aparente fragilidad le aislaba con gran dureza de ese mundo que le había
negado lo más bello, lo que más ansiaba, y con lo que todos los días
soñaba, “la libertad”.
Sus piernas no paraban de moverse, era
como si se estuviese preparando para iniciar un nuevo recorrido, el
más largo de su vida, su mejor final; pero en el momento en el que su
mente se alejaba de aquella habitación compartida, la realidad le
volvía a atrapar. Tiritando, temblando con el miedo como sombra, no
podía pensar, un sudor frío y seco era el fiel compañero de la sangre
ardiente y férvida de su vibrante cuerpo.
¿Dónde estás Libertad?
¡No puedo más! -Se decía mientras que
una suave música inundaba sus pensamientos. -Quisiera golpearme la
cabeza, despertar de este amargo sueño.
El pulso se le aceleraba mientras que una angustia brutal le recorría el cuerpo.
Pasadas unas horas empezó a amanecer, el
rocío de la madrugada se reflejaba en los muros sucios, ya viejos por
el desgaste del tiempo.
Rubén, en uno de sus agitados
movimientos, súbitamente abrió sus ojos y pudo comprobar con gran
satisfacción que todo había sido un mal sueño.
Hoy, -se dijo. -Devolveré todo lo que he robado. Era un buen chico que recibió un mal consejo en un momento determinado.
Se levantó de la cama, cogió la cartera y se dirigió corriendo hacia un pobre anciano.
Me he encontrado esto, ¿es suyo?. -Dijo Rubén temblando.
¡Esto es un Milagro!. –Grito el anciano.
-Me has devuelto lo que más quería; en esa vieja cartera llevaba todos
mis recuerdos copilados.
-Y usted me ha devuelto a mí la libertad. -Dijo el joven emocionado-
Rubén desde la distancia sonrió, la gran pesadilla por fin había terminado.
Trata en tu vida, de ser aquella persona que deseas, sólo tenemos una oportunidad: ¡¡ lucha por ella!!
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