viernes, 30 de noviembre de 2012

Relato: El silencio


Cuándo el silencio habla…

¡Isabel! No lo entiendo, no puedo entender como he sido rechazada por Carlos -gritaba Beatriz a su asistenta Isabel desde el fondo de una habitación-. ¡Tendría que haber sido yo la elegida y no esa fea y estúpida!, volvió a gritar.

Isabel al oír los gritos de su jefa se acerco a ella; una vez más aquella jovencita caprichosa, orgullosa y mentirosa no entendía  que lo que al final del camino te encuentras es lo que realmente has ido sembrando en él.
-¿Estás segura de que no lo entiendes Beatriz? ¿Conoces a esa chica a la que llamas fea y estúpida?   -Le pregunto dulcemente  Isabel.
-No lo sé Isabel, ni me importa saberlo.
¿Sabes Beatriz? –Vivía un hombre en una pequeña ciudad muy rico y guapo llamado Manthos donde todas las mujeres de la zona querían casarse con él, pero Manthos tenía miedo de no elegir a la mujer adecuada ya que a veces se sentía abrumado ante tanta aparente riqueza y esplendor; no sabiendo  que hacer, solicitó que fueran todas las mujeres jóvenes a su gran casa y así pudiese elegir, pero mientas tomaba su decisión final pensó en regalar a cada una de las mujeres que fueran a visitarle una semilla, así transcurrido un cierto tiempo las volvería a ver y se casaría con la que llevase la flor más bonita. Llegada la fecha se acercaron bellas y ricas mujeres pero también fue una mujer como tú dices fea y estúpida pero, ¿sabes Beatriz? su  sencillez y  humildad le hacía francamente hermosa ante las demás.
Todas ellas cuidaron de su semilla hasta ese gran día en el que se tenían que presentar de nuevo ante Manthos; en el camino se veía como iban elegantes y orgullosas exhibiendo sus mejores y más bonitos vestidos acompañándolos de amplias sonrisas, todas llevaban hermosas y bellas flores a excepción de Esther.
Mírala, no lo entiendo, se decían unas a otras, ¿Cómo es posible que se presente ante Manthos, si es fea y además no lleva ninguna flor. ¡Está loca! y entre risotadas y carcajadas  Esther se fue acercando a la gran casa  cabizbaja con  la esperanza de ver por última vez a Manthos, su gran  amor desde la niñez.
Manthos fue mirando una a una todas las flores inclinando suavemente su cabeza para percibir su olor a la vez que dedicaba una suave y tímida sonrisa a todas las bellas mujeres que con alegría las portaban entre sus manos pero cuando llego a Esther su expresión cambio, dejo de sonreír y levantando  bruscamente su cabeza se paro ante ella y pregunto. ¿Cómo te llamas? –Esther- contesto ella.
De nuevo empezaron a oírse las risas y mofas de las otras jóvenes -Silencio -Dijo Manthos.  -¿Y tu flor Esther?
-Lo siento señor. -Contestó Esther con tristeza. -La semilla que me disteis no dio ningún fruto, aquí la traigo, la he regado con mimo, fertilizado y cuidado de las posibles plagas, pero no ha crecido ninguna flor.
Manthos cogió la mano de Esther, se dirigió hacia sus padres y les dijo  en voz alta y clara, aquí os presento a mi futura esposa, se llama Esther y  ella es la más digna de todas estas jóvenes mujeres, la más honesta y la más bella. Las semillas que entregue eran todas estériles.
¿Entiendes ahora mi querida Beatriz?, te he contado esta historia ya que hoy es mi último día en esta casa, me iré a vivir con una persona maravillosa muy lejos de aquí.
-Pero… pero ¿con quién? -pregunto Beatriz tartamudeando sin poder creer lo que estaba oyendo.
-Yo, Beatriz, soy  la fea y estúpida que ha elegido Carlos, al igual que la historia que te he contado, la honestidad y la belleza no está sólo en la apariencia, te deseo mucha suerte en tu vida y recuerda esto, cuando hables procura que tus palabras sean mejores que el silencio.
Isabel salió de la casa de Beatriz dejando una estela de luz envolviendo la oscuridad de la irá y rabia que de Beatriz se desprendía.

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