En un pequeño pueblo llamado Izamar, vivían dos hermanos gemelos, llamados Imel y Amán.
Amán, irradiaba luz, era una persona
bondadosa y lleno de alegría; Imel por el contrario era sombrío y la
envidia hacia su hermano le corroía día tras día, deseaba todo lo peor
para Amán; pero Amán nunca sentía frustración, ni resentimientos,
respondiendo siempre de una forma positiva ante cualquier dificultad.
Una tarde lluviosa y fría, Imel no pudo
aguantar más y pidió con todas sus fuerzas al Astro Divino, tener todo
lo que su hermano poseía.
El Astro Divino le pregunto: ¿Y qué es
lo que tiene tu hermano que tú no tengas?, Quiero, dijo Imel, una
hermosa esposa, muchos amigos y una gran casa.
Y el Astro Divino se lo concedió.
Al día siguiente una hermosa mujer llamó
a su puerta y pocos días después se caso con ella, en la fiesta fueron
muchos amigos de su nueva esposa, a través de ellos obtuvo dinero y con
el dinero consiguió casas y coches nuevos.
Pero la felicidad de Imel duro poco, su
nueva esposa carecía de sentimientos, no sentía amor por nada ni
respecto por nadie, era fría como el hielo y amarga como la hiel; las
grandes fiestas atestadas de caprichosos amigos, le provocaron
cuantiosos gastos y considerables deudas que Imel no pudo afrontar;
vendió sus casas y perdió a sus amigos junto a su mujer.
Entonces, Imel resentido e inseguro de tantas privaciones y penurias, le pregunto con ira a su Astro Divino.
¿Por qué? ¡Si yo te pedí sus bienes!.
Y yo te los concedí,- respondió el Astro
Divino, – pero se te olvido el deseó más importante de todos que hace
mantener al resto de los bienes.
¿Y cuál fue?, le preguntó lleno de furia y rabia.
No me pediste su riqueza interior; ésta
riqueza te hubiese dado a una mujer honesta y bella, a unos amigos
duraderos y fieles y tu estabilidad te hubiese proporcionado un hogar.
Aquella noche Amán tuvo un sueño, un
Astro le revelaba la angustia que desde hacía años llevaba su hermano
Imel sufriendo. Entristecido, Amán le pregunto al Astro -¿Y qué puedo
hacer por él?.
A lo que Astro le respondió, entregarle tu corazón.
Amán, no lo dudo, fue en busca de su
hermano, le extendió su mano y le entrego su corazón, el Astro al ver
tanto amor, convirtió en realidad el deseo de los dos.
Muchas veces son los pequeños deseos los que derivan en grandes logros.
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