https://www.youtube.com/watch?v=vxaA8mnOroM
Fragmento XII El futuro pertence a aquellos que creen en la belleza de sus sueños.
Eleanor Roosevelt
...producía
en un momento en el cual las aguas del mar bajaban
convirtiéndose
entonces en tierra firme.
En
una zona, compuesta en la antigüedad por charcas estacionales
de
escasa profundidad, antecesores míos encontraron
un
pequeño cofre en el que se hallaba un pequeño libro
bien
protegido cuyas hojas amarilleaban y sus dibujos impresos
parecían
haberse desfigurado con el paso del tiempo, pero
a
pesar de ello, aún se podían leer sus bellas historias y los valores
del
ser humano que en él se describían y que la autora pretendía
difundir;
junto a aquel libro se encontraban unas curiosas
fotografías
de diferentes personas en distintos entornos y
paisajes.
Me llamó la atención algo que llevaban todas las personas
que
aparecían en aquellas fotografías sobre sus cabezas,
hasta
que pude descubrir que era su propio pelo, algo inverosímil
para
los Toekom, ya que el pelo se consideraba como un
foco
de infección y transmisor de múltiples enfermedades debido
a
la gran cantidad de microorganismos patógenos, como
virus,
bacterias u hongos microscópicos que en él se albergaba;
sin
embargo, en aquellas fotografías, a pesar de ser humanos
indudablemente
enfermizos infectados por su entorno y costumbres,
se
les veía muy felices.
Curiosa
imagen la de aquellas personas con atuendos disparatados
y
cuyas telas propiciaban energías negativas debido a
la
baja calidad y toxicidad de su composición; la construcción de
sus
calles y casas sin ningún criterio, como si fueran dédalos humanos,
y
la cantidad de objetos inútiles que les rodeaban abrían
mi
curiosidad sobre ellos y los motivos de sus comportamientos.
Por
las noches y a través de la tenue luz de la Luna, leía
el
pequeño libro. La luminiscencia que rodeaba los contornos
de
cada letra, de cada línea y cada párrafo me hacían descubrir
cada
vez que lo releía nuevos mensajes de su escritora.
Increíble
—pensaba—, tantos mensajes ocultos en tan poco
contenido.
Incluso había momentos en que como una canción
lo
recitaba, y era entonces cuando me trasladaba con sus historias
a
otras épocas inventadas por aquellas atípicas personas
soñadas.
Ese libro, La 5ª clave, encontrado en aquel antiguo cofre
oculto
por el barro y los matojos de una charca estacional,
fue
el motivo y la clave de mi pasión por el estudio de la cultura
de
civilizaciones antiguas junto con la luminiscencia que
rodeaba
los contornos de cada letra.
Los
hombres en aquel tiempo actuaban bajo unas creencias
que
les marcaban en todos los sentidos de su vida, y verdaderas
o
no, nadie las ponía en tela de juicio. El poder personal
no
existía, ya que estaban supeditados a las distintas
religiones,
creencias y costumbres.
La ciudad Toekom
Un
día, sin previo aviso, recibimos a un grupo de enviados de
una
ciudad Temura; llevábamos mucho tiempo esperando ese
momento,
era la primavera de 2478 y nos encontrábamos en
un
valle el cual llamábamos Huillopamba o valle sagrado, un
hermoso
lugar donde el paso del tiempo no había dejado su
huella
y las catástrofes naturales habían pasado de largo, como
si
la ciudad hubiese estado invisible ante sus ojos.
Mi
valle se encontraba entre paredes rocosas y altas montañas,
su
limpia belleza de colinas ondulantes cubiertas de verdes
prados
y fiordos silenciosos se alternaba con momentos
de
brumas y sol, representando un sinuoso juego de luces majestuoso
y
camaleónico. Cada nube, cada jirón de niebla, cada
cascada,
se combinaba con los colores del agua, la piedra y la
vegetación,
para componer la imagen de un mundo perdido,
un
pequeño universo que solo permite al hombre asomarse a
su
umbral.
Un
trozo de cielo y aire protegido desde los anales de la
Historia,
una franja de tierra y agua que nos abría sus brazos y
nos
invitaba a vivir cada día en ese pequeño paraíso.
Aquel
día el cielo estaba despejado y en el aire solo se oía el
fluir
de las aguas contra las rocas de un río cercano a la ciudad.
A
lo lejos, levitando, vimos una gran bola azul cobalto brillante,
de
ella emanaba una luz blanca dorada cayendo como lluvia sobre
las
suaves colinas de nuestra ciudad. Pequeños destellos
azules
parecían señales pidiéndonos permiso para aterrizar en
nuestra
ciudad.
Era
un titánico Merkaba(6)
cósmico muy peculiar y silencioso,
con
el aspecto de un picudo rojo cuya mezcla de colores,
que
se desprendían de él, se movían lentamente como suaves
olas
de agua mecidas por el mar. Según se acercaba se iba haciendo
invisible
a nuestros ojos, estaban utilizando la polarización
de
la luz a través de un mineral cristalino llamado calcita,
era
como ocultarse tras una manta invisible donde el sonido de
cristales
cantarines nos advertía de su presencia.
Las
ciudades Toekom no eran demasiado grandes, pero habíamos
conseguido
hacerlas muy atractivas asentadas en una
autodefensa
natural a base de plantas y rocas, extrayendo de
ellas
todo su potencial.
Cada
ciudad utilizaba los recursos del entorno donde se
ubicase,
implantando de este modo su propia personalidad. Todas
ellas
eran una ciudad fortaleza, rodeadas por siete murallas
dispuestas
circularmente, de manera que comprendían un círculo
dentro
de otro; y todas, a pesar de las distancias que hubiese
entre
cada una de ellas, se regían con las mismas bases, porque
todos
los habitantes de estas ciudades tenían una conexión
mental
que habían ido desarrollando con el paso del tiempo.
Nuestra
ciudad tenía amplios caminos de cuarzo blanco
acompañados
de pequeñas piedras de todos los colores que adornaban
las
fachadas de nuestros domus(7) como
zafiros, sodalitas,
rubíes,
turmalinas, jades, cornalinas, rodocrocitas o el cuarzo
rosa,
que aportaba sensaciones intensas de felicidad espiritual y
(Continuará, ver Fragmento XIII)
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Del libro "LA 5ª CLAVE"
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