sábado, 28 de febrero de 2015

Fragmento XVIII - LOS TEMURNOS- del libro "Las Ventanas del Mundo"

https://www.youtube.com/watch?v=vxaA8mnOroM 





Los Temuranos
Los Temuranos, incomprensiblemente en general, eran personas muy
delicadas, se veían afectados en muchas ocasiones por
enfermedades que siglos atrás habían sido tratadas como enfermedades
silenciosas, donde los efectos se evidenciaban cuando
ya se habían producido cambios irreversibles; este tipo de
enfermedades se desarrollaron de tal manera que se volvieron
rebeldes y agresivas a los tratamientos convencionales.
Manchas blanquecinas que se iban extendiendo por el cuerpo
eliminando su pigmentación, produciendo graves quemaduras
si percibían el mínimo rayo solar, dolores articulares punzantes
intensos y súbitos, pérdidas intermitentes de la vista y memoria
o rigidez corporal produciéndoles parálisis esporádicos.
En las ciudades Temura había muchas personas que arrastraban
otro tipo de enfermedad cuyo nombre había sido transmutado
por «Blues». Los síntomas principales eran la apatía,
la indiferencia, la anhedonía (disminución de la capacidad de
disfrute), junto con un estado de ánimo deprimido.
En su forma más grave, este tipo de inhibición conductual
se les reflejaba como retardo psicomotor, dándose un ralentizamiento
generalizado de las respuestas motoras, el habla, el
gesto y una inhibición motivacional casi absoluta. En casos extremos,
este retardo podía llegar al «estupor depresivo», un estado
caracterizado por mutismo y parálisis motor casi totales,
y muy similar al estupor catatónico.
[67]
Acabábamos de aterrizar en la ciudad, y el Merkaba ya se
encontraba en un hangar que colgaba de uno de los fastuosos
edificios del Centro de Control de Estudios Humanitarios (CCEH).
Era de día y la luz del brillante Sol aún permanecía iluminándonos,
aunque me parecía un Sol distinto, más tenue, menos
bravío; quizás la multitud de estelas de colores que cruzaban
el cielo para el desplazamiento de sus Merkabas hiciesen
que el Sol del día o el resplandor de la Luna en la noche perdiesen
su majestuosidad.
Había oído hablar de los Temuranos y de sus ciudades, por
lo que no me sorprendió demasiado ver el color predominante,
el blanco de sus prendas y de sus rostros. Los sonidos que
llegaban a mis oídos no eran como el ruido de las aguas de mi
ciudad o el silbido del viento acariciando la vegetación que nos
rodeaba, sino la cacofonía de multitud de pantallas desplegándose
holográficamente a nuestro paso y desapareciendo de nuevo
en un siniestro vacío.
Aprecié una absoluta organización y limpieza en las calles,
todas de una única dirección. Hasta las distancias al andar entre
unos y otros Temuranos parecían estar sincronizadas y medidas.
Aquello fue lo más escalofriante que pude sentir a mi llegada.
El bienestar que durante tantos siglos anduvieron buscando
lo tenían al alcance de sus manos, pero habían olvidado algo
muy importante, y es que el ser humano tiene fecha de caducidad;
solo las perlas de liberación prolongada que ingerían diariamente
les permitían desarrollar una vida «normal».
El perfeccionamiento de la ciudad era tal que en algunas
ocasiones se podría pensar que sus habitantes estaban robotizados
y que esas enfermedades incomprensiblemente aún no
controladas, en algunas ocasiones, pudieran ser origen de máquinas
defectuosas con aspecto humano.

Las turbinas eólicas, compuestas por discos metálicos ubicados
paralelamente entre las diferentes plantas, componían
impresionantes edificaciones que parecían acariciar el cielo;
cada planta de esos edificios rotaba persiguiendo las mejores
condiciones de luz y del viento que se presentase en el entorno,
un continuo e inapreciable movimiento daba una vida especial
y característica a cada vivienda, podías ver la ciudad entera
desde cualquier rincón de tu domus, era como despertarte
en el reino celestial.
Otros presentaban una forma circundante siguiendo los
diagramas solares; con esta disposición geométrica, el edificio
aprovechaba todo el espectro solar generando la máxima energía
de la que se suministrarían los ciudadanos Temuranos.
Sus domus inteligentes a través de los paneles solares prácticamente
invisibles conformaban las estructuras almacenando
la energía procedente del Sol. De ahí se auto regulaba todo lo
que la mente pudiese imaginar: la intensidad de la luz interior
dependiendo de la exterior, la auto limpieza en general de prendas,
el auto análisis y diagnóstico corporal, e incluso la temperatura
ambiente de un modo automático a través de un registro
del peso, masa y temperatura corporal. Todo ello dependía
de su uso habitual y del individuo o individuos que se encontrasen
en el domus; el sistema analizaba inclusive el tipo de tejido
de la vestimenta generando la temperatura adecuada en
cada sala.
Todo estaba conectado, hasta la propuesta de una sabrosa
comida en relación a los alimentos disponibles previo aviso
de la fecha de caducidad. Pero lo más impresionante de
todo eran las imágenes virtuales de las que disponías en cada
domus, siendo estas tan reales que te hacían trasladarte a otros
mundos, a otros países, rodearte de maravillosos paisajes de
montaña, sumergirte en las profundidades del mar, o encontrarte
en el árido desierto del valle de la Luna.


(Continuará Fragmento XIX)




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Animated Social Gadget - Blogger And Wordpress Tips