martes, 22 de mayo de 2018

Visitame Magazine Virtual- Hoy sonrio a la vida

Hola New York! Hola Europa! Hola América! Hola España!


Hoy, en un día muy especial recibo la gran noticia de ser portada en la prestigiosa revista neoyorquina "Visitame Magazine". Me siento muy feliz por ello y os invito a entrar en está magnífica revista cultural. Mi relato está basado en un hecho real que viví hace unos años. Gracias Hilda Serrano Lemes y a todo el equipo que conforman esta revista por hacer visibles a escritores y artistas del mundo.https://www.hildafusion.com/relato4-m9


Hoy sonrío a la vida


Era un 18 de enero de 1984; tras los cristales de la fría ventana de un hospital de Madrid, veía cómo los tímidos copos de nieve se deslizaban hacía el vacío, cristalizando los grandes ventanales de mi habitación.
Tendida en la cama, entre sábanas blancas y envuelta en una verde bata, vivía uno de los momentos más felices que una mujer puede vivir: el alumbramiento de mi hija.

Me acababan de subir del paritorio y todo parecía estar bajo control. Solo habían transcurrido unos minutos, cuando el doctor, la enfermera y mi acompañante abandonaron la sala murmurando graciosamente sobre la belleza de ese pequeño ser que acababa de nacer, momentos en los que una soledad absoluta llena de misterio y felicidad me embriagaba.

Súbitamente, sentí cómo mi mundo se iba vaciando y una sensación placentera me iba invadiendo. Quería gritar, pero no podía, la debilidad de mi cuerpo me lo impedía; de mi mente se alejaban los recuerdos enturbiándose y mezclándose con dispares pensamientos.

Me alejaba, me iba yendo de este mundo sintiendo una profunda tristeza y la felicidad de un eterno sueño en el que intermitentes nubes blancas me iban absorbiendo, haciéndome entrega de una indescriptible paz, borrándose de mi mente todos los recuerdos.

Inesperadamente, una dulce sombra entro en la sala y delicadamente acaricio mi cuerpo.

¿Hija estas bien?

Me pregunto mi madre dándome un beso.

Madre solo veo cientos de pinceladas negras en el cielo. —Madre, no veo. Madre, me muero.

En la lejanía, las voces de socorro recorrían como punzadas mi estremecido cuerpo, gritos envueltos por un estremecedor silencio.

Enfermera, enfermera. Oía gritar a mí madre en la lejanía de una cercana e inmediata despedida.

Mi hija se muere

Inyección intravenosa —dijo una enfermera—. ¡La perdemos!

Mi debilidad era tal que nada me importaba, solo quería descansar y dejarme llevar.

Ni frío, ni calor, ni angustia, ni dolor, solo una inmensa paz.

Un brusco pinchazo sobre mi vientre plano unido a un descomunal abrazo, me hizo suspirar.

¡Mirad! —¡Mirad!

¡Está volviendo! —Gritaron.

Y volví, y regresé de un viaje a medio recorrer. Mi tren, ese día, se paró y ahora está ahí, aguardándome silencioso en una imaginaría estación, quizás sea la estación de la vida la que determine si nuestra hora llegó o no.

Mi grito silencioso de socorro el infinito alcanzó. Mis ángeles invisibles me oyeron, Haahia estaba allí, conmigo y me socorrió.

Desde entonces, cada día recuerdo que mi vida es un regalo del cielo, mis hijos a mi lado, mi familia, mis amigos, el amor.

Vive, amigo mío, no odies, no generes rencor, no acumules resentimientos, ni seas avaro con tu riqueza, porque el viaje será en un tren sin equipaje parco en despedidas, donde iréis tú y la paz de tu interior.

Hoy sonrió a la vida, y le doy gracias a Haahia, mi ángel, mi protector, aunque por un hijo… ¿Qué madre no daría la vida?

María del Carmen aranda
Escritora/ poeta

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