Ese es el lamento, el grito que se escucha en el metro de Madrid.
238 estaciones y 2310 vagones recogen día a día a personas sin hogar, gentes mendigando compasión, un trozo de pan.
En tan sólo veinte minutos vi pasar ante mis ojos 3 vidas rotas.
Unos cantaban para obtener algunas monedas, bellas voces que envolvían el "tran, tran" del tren; otros vendían pequeños paquetes de Klines que sacaban de sus bolsillos y tímidamente volvían a guardar y otros simplemente pedían una pequeña limosna para pasar un día mas.
- Que dignidad tienen, pensé, y cuanta nos falta a muchos de los que lo tenemos todo y no lo apreciamos.
Los pasajeros de mi vagón, como si fuesen a ser contagiados por su pobreza, bajaban su mirada, sin atreverse a afrontar la realidad que delante de ellos se les presentaba.
No son apestosos, simplemente son pobres y por !Dios! eso no se contagia;
Cómodamente sentados jugando con los móviles o simplemente cerrando los ojos para no querer ver, permanecíamos en nuestros asientos, inmóviles y fríos ante la desesperación de aquel / aquellos desconocidos.
Y yo me pregunto ¿Como puede ocurrir esto? ¿Como una persona ante un grito desesperado de "no tengo manos" "no tengo trabajo" ni siquiera reciba la compasión de una mirada.
¿En que nos estamos convirtiendo? En que nos hemos convertido ?
María del Carmen Aranda / Escritora
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