Era un 18 de enero; tras los cristales de la fría ventana, veía como los tímidos copos de nieve se deslizaban al vacío. Tendida en la cama de un hospital vivía uno de los momentos más felices que una mujer puede vivir, el alumbramiento de un hijo.
Me
acababan de subir del paritorio y todo parecía estar bajo control,
sólo habían transcurridos unos minutos, cuando el doctor, la
enfermera y mi acompañante abandonaron la habitación. Una soledad
absoluta llena de misterio y felicidad me embriagaba.
Repentinamente,
sentí como mi mundo se iba vaciando y una sensación placentera me
iba invadiendo.
Quería
gritar, pero no podía. De mi mente se alejaban los recuerdos
enturbiándose y entre mezclándose con dispares pensamientos.
Me
alejaba, me iba yendo de este mundo, sintiendo la felicidad de un
sueño y de una paz indescriptible, borrándose de mi mente todos los
recuerdos; y así, inicié un viaje a través del abismo de los
tiempos, adornado con cientos de pinceladas negras en el cielo.
Unas
débiles palabras salieron de mi boca.
-Madre,
no veo, madre, me muero.
En
la lejanía, las voces de socorro recorrían como punzadas mi
estremecido cuerpo.
-Inyección
intravenosa -dijo una enfermera- !La perdemos!
Mi
debilidad era tal que nada me importaba, sólo quería descansar y
dejarme llevar.
Sentí
un ligero pinchazo en mi brazo y una cálida mano sujetando mi cara.
-!Está
volviendo! -Gritaron.
Regrese
de un viaje que nunca inicié. Mi tren, ese día, se paro y ahora
está ahí, aguardándome silencioso en una imaginaría estación,
quizás la estación de la vida, la que determina si nuestra hora
llegó.
Mi
grito silencioso de socorro el infinito alcanzó. Desde entonces,
cada día recuerdo que mi vida es un regalo cielo.
Vive
amigo mío, no odies, no generes rencor, no acumules resentimientos,
ni seas avaro con tu riqueza, porque el viaje será en un tren sin
equipaje donde irás tú y la paz de tu interior.
María
del Carmen Aranda es escritora y autora del
blog:http://mariadelcarmenaranda.blogspot.com.es/
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