Muchas veces, por no decir casi siempre, no somos conscientes del poder tan tremendo que tenemos. Pedimos ayuda a otros ignorando que la verdadera fuerza y los que verdaderamente podemos hacer los cambios que deseamos, somos nosotros mismos.
Magali, la protagonista de este libro, vivía en un lugar paradisiaco pero la atracción inesperada hacia Urus, le cambio la vida. Eligió cambiar de ciudad, de amigos, de procedimientos y un largo etc... porque sentía en su interior que así debía hacerlo. Lo que ella no sabía es que además de cambiar su destino cambiaría el destino de muchas otras personas.
(Fragmento XVII)
En
aquel momento descubrí que era el principio y el final
de
una historia, me sentía como un torrente rabioso que se abría
paso
entre las piedras y saltaba sin miedo hacia el oscuro fondo
de
un abismo perpetuo, y eso me entristecía.
Sin
poder parar el tiempo, el día finalmente llegó y Urus y
sus
dos compañeros debían marcharse. Habían transcurrido siete
maravillosos
días y su misión había finalizado; tenían la erudición
en
su poder y eran conocedores de cómo era nuestra ciudad,
una
ciudad con un sencillo sistema de vida donde la
avenencia,
humildad y sencillez reinaba como ley, y pudieron
también
comprobar que eso era suficiente para nosotros ya que
simplemente
teníamos lo que necesitábamos.
Había
llegado el momento que podría cambiar el curso de
mi
vida para siempre; aquella noche sublime, Urus me había
pedido
que le siguiese y tenía que tomar una decisión, escoger
uno
de los dos caminos que me brindaba el destino: continuar
en
mi ciudad o irme con él a la suya.
Mi
preferencia por la naturaleza y por la sencillez me tenía
totalmente
cautivada a ser una Toekom, al igual que los
ochocientos
millones de personas que se desplazaron en su día
a
la aventura, en la búsqueda de ciudades silenciosas, diferentes,
ciudades
llenas de espiritualidad; pero sentía que Urus era
el
hombre de mi vida y poseía tanta fuerza vital que me dejé
persuadir
por sus proyectos y proyección de un futuro portentoso
y
apasionado.
En
aquel momento entendí mi vida como un gran viaje,
con
momentos en los que se saborea la dulce miel del paraíso,
sintiendo
paz, profunda gratitud unida a una tranquila alegría
y
confianza, o la hiel dejándote el amargo sabor de una
despedida.
Había
tomado una decisión. Urus había entrado en mi piel,
en
mi cuerpo y en mi mente como un verdadero tornado, mi
vida
había sido hasta que le conocí sencilla, quería a la gente
que
me rodeaba, mis amigos, mi familia, pero había algo en
mí
que había permanecido dormido, y era la pasión; una pasión
desatada
por su amor que se había despertado junto a un
sinfín
de emociones nuevas desde el primer momento en que
le
vi. Era sencillo: acababa de descubrir el amor.
La
decisión estaba tomada: dejaba mi ciudad, dejaba a los
Toekom.
Sin
mirar atrás, Urus cogió fuertemente mi mano y con
paso
firme y aplomo nos dirigimos hacia su Merkaba,
donde
nos
esperaban impacientes Gara y Jonay. Éramos una sola persona
con
dos cuerpos y yo me sentía flotar.
Atrás
dejé a mis amigos, a mi familia y a todo lo bello que
amaba,
sabiendo que el futuro que me esperaba no iba a ser del
todo
fácil, pero también sabía que era necesario. «Nada ocurre
porque
sí», me dije, todo tiene un porqué y en aquel momento
yo
tenía que estar entre los Temuranos, ya que además de mi
amor
por Urus, existía un poder superior que me conducía hacia
esa
para mí increíble y extraña ciudad.
Subí
a aquel Merkaba
despidiéndome
de todos con la mirada,
transmitiéndoles
mi cariño. Mis ojos se humedecieron y
no
sabía si era de felicidad por haber encontrado a Urus o tristeza
por
dejar a mi gente; en cualquier caso era consciente de
que
por muy larga que fuese la noche, el amanecer llegaría.
[
—Adiós, Magali—me
dijeron—, sabemos que tu decisión
es
la correcta y nos sentimos felices por ello. Quizás algún día
vuelvas
a visitarnos, pero por muy lejos que estés, seguiremos
unidos
a ti.
El
lenguaje humano no tenía vocablos para hallar la expresión
de
tan magnífica luz y esplendor que su despedida me
transmitía.
El
Merkaba
se
fue elevando despacio, suavemente, divisándose
según
nos alejábamos una mezcla de vivos de colores,
ríos
serpenteantes con su azul bravío, el verde y ocre de las laderas
que
confluían en los siete anillos, cientos de colores engarzados
de
las distintas y variopintas piedras que componían
sus
calles, unidos a los pequeños reflejos de las verdes hojas
destellantes
de los grandes árboles que el viento travieso empujaba,
arqueando
sus jóvenes ramas danzantes.
Me
sentía segura de mi decisión, henchida de un vivido
fuego
de amor, porque sabía que mi destino estaba al lado de
Urus.
Fue
una decisión rápida y nunca me arrepentí de tomarla.
Las
decisiones más complejas y difíciles de nuestra vida se suelen
presentar
ante nuestros ojos de una forma clara, donde solo
se
necesitan unos segundos para saber qué camino tomar. Pero
no
siempre es así, ya que al ser espinosas, las demoramos,
produciéndonos
la
confusión y haciéndonos creer a nosotros mismos
la
gran dificultad que se nos plantea. Y no es la dificultad lo
que
nos impide dar el paso, sino la falta de valor para afrontar
la
realidad de lo que verdaderamente queremos y necesitamos.
El
viaje fue corto, me parecía algo tan grande lo que estaba
viviendo
que hasta el tiempo se empequeñeció, la curiosidad
y
la ilusión me invadían; unos segundos, tan solo unos segundos
necesité
para cambiar el rumbo del resto de mi vida.
Al
mando del Merkaba,
mis
nuevos amigos iban pulsando
lentamente
pequeños iconos virtuales que se desplegaban ante
sus
ojos, las instrucciones que salieron de sus voces fueron el
inicio
de mi nueva vida. Gara y Jonay, sentados a mi lado, me
miraban
y sonreían, una sonrisa sin palabras para no romper
esos
últimos momentos mágicos de mi adiós a mi ciudad. Mi
aprendizaje
a una nueva sociedad acababa de empezar.
(Continuará, ver Fragmento XVIII)
María del Carmen Aranda es articulista en la revista:
![]() |
http://www.youtube.com/watch?v=vxaA8mnOroM |
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http://www.casadellibro.com/libros-ebooks/maria-carmen-aranda/146401
OTROS LINKS DE INTERES:
Del libro "LA 5ª CLAVE"
Perdonar
no es olvidar, es recordar sin dolor. La grandeza de un hombre no se
mide por lo que tiene, sino por la valentía que ha ido demostrando en su
camino, cada vez que un tropiezo le hizo caer y volvió a levantarse.
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