FRAGMENTO XI
Estas ciudades
subterráneas fueron construidas a distintos
niveles;
complejos sistemas de túneles con sus calles y zonas
comunales.
Su acceso mediante puertas circulares las aislaba de
un mundo
exterior, donde lo único visible de su presencia eran
unas
grandes piedras que marcaban las posiciones de los profundos
pozos
teniendo como función la de ejes de aire para los
distintos
niveles de la ciudad.
Durante
muchos años siguieron desarrollando su tecnología
y
salvaguardando su poder bajo tierra. Cada ciudad subterránea
estaba
en su totalidad controlada por un magnetismo
avanzado,
incluyendo la iluminación; así, los túneles eran iluminados
por
pentóxido fosfórico, un sistema aún desconocido
para
nosotros.
Gracias
al sistema de portador cuántico, habían conseguido
la
transmisión de información y envío de residuos no orgánicos
a
distancias impensables siglos atrás. Estos residuos eran
retre-transportados
a la estrella Epsilon Eridani, a unos 10,5
años
luz de la Tierra. Aunque su objetivo final era el retre-transport-
humanoide,
aún les faltaba el uno por ciento para que el
retre-envío
de humanos llegase a ser eficiente al cien por cien,
sin
mutaciones en algunos de sus miembros.
En
uno de los niveles más profundos de la ciudad subterránea,
se
albergaba en cámaras acorazadas toda la información
y
documentos secretos que servían para desarrollar muchos de
los
estudios iniciados antes del cataclismo, así como también
custodiaban
los nombres de esos otros mundos, cuyos extravagantes
seres
procedentes de ellos nos ayudaron en cierta medida
a
sobrevivir.
Años
atrás habíamos iniciado una progresiva colonización
de
la atmósfera, encontrándose esta cada vez más saturada de
satélites
circunvalando la Tierra, puestos en órbita por las distintas
potencias
en su ánimo de dominar el espacio, con fines
políticos-económicos
y, sobre todo, militares.
Pero
esta proliferación de objetos aéreos, y sobre todo el fin
de
su vida útil, así como la existencia de propulsión nuclear
en
muchos de ellos, generó una basura espacial crecientemente
peligrosa
y tóxica. Solo en un periodo de 50 años de actividad
se
colocaron en órbita más de 6.000 satélites, cifra que se duplicaría
en
muy poco tiempo generando un espacio impracticable
donde
miles de objetos orbitando darían lugar a colisiones
constantes
entre ellos, generando nuevos fragmentos que a su
vez
provocarían nuevas colisiones.
Un
círculo vicioso con un efecto dominó, bautizado como
«Síndrome
de Kessler». Un espacio atestado de basura cuyo acceso
fue
imposible, prisionero en una celda de escombros, fruto
de
nuestra impericia e irresponsabilidad. Quedamos encerrados
en
una cárcel de la que difícilmente se podía salir.
Visitantes
de nuestra galaxia se aproximaron a la Tierra
alarmados
por una posible desaparición del ser humano, nos
brindaron
sus conocimientos legándonos una tecnología avanzada
que
quedaría postergada a ver la luzmuchos años después.
El
tiempo había ido transcurriendo y la filosofía de una
nueva
Era formaba ya parte de los habitantes Temuranos.
Poco
a poco, como hormigas organizadas, escudriñando
cada
palmo de tierra y asegurándose de que allí fuera también
podían
vivir, fueron con prudencia dejando sus zulos sin mirar
hacia
abajo. Sus miradas, con una cierta confusión y asombro,
se
dirigían hacia el horizonte; una nueva vida les esperaba en
la
que aplicarían todo lo investigado y desarrollado durante los
años
vividos en las entrañas de la Tierra.
Y
así, cuando pudieron comprobar que la vida en la superficie
era
tan segura como sus dédalos, levantaron colosales
ciudades
inteligentes dirigidas por grupos minoritarios que poseían
toda
la información almacenada y desarrollada durante
esos
años vividos bajo tierra y así lograr el poder absoluto sobre
el
resto, controlando mediante un ordenador central a millones
de
personas que carecían de una de las cosas más preciadas:
la
capacidad de tomar una decisión.
Toda
aquella historia pasó ante mis ojos como un soplo de
aire,
habían transcurrido siglos y para mí simplemente había
sido
un ligero sueño del cual me estaba despertando… o no.
Ya
no era capaz de discernir si era una fantasía o realidad.
Me
llamaba Magali Randa y vivía en una ciudad Toekom,
dedicando
mi tiempo al estudio de civilizaciones y culturas
antiguas.
Me
encontraba en otra dimensión, podría decirse que en un
nivel
superior al que siglos atrás había vivido y donde la polémica
sobre
ella era constante; unos decían que era la medida del
tiempo,
otros que era una percepción de la realidad y otros simplemente
un
plano astral. Pero al igual que el mundo tridimensional
tenía
arriba-abajo, derecha-izquierda y delante-atrás, el
mundo
astral tenía otras dos posiciones cuyo nombre no existía
simplemente
porque no se había inventado, surgiendo la incredulidad
y
el escepticismo de la mayoría.
En
este nivel se vivía en una frecuencia donde se regresaba
a
la conciencia de integración grupal, sin pérdida de la
individualidad.
Esta
frecuencia era llamada zona arquetipal o inconsciente
colectivo,
y era el lugar donde residían los sentimientos,
las
emociones y los sueños; era la frecuencia de la sincronicidad,
la
empatía y la telepatía; la última dimensión donde
experimentamos
con el cuerpo físico como vehículo de aprendizaje.
En
esta frecuencia percibíamos la multidimensionalidad
y
nos dábamos cuenta de nuestra responsabilidad al hacernos
conscientes
de que cada una de nuestras acciones afecta
al
todo.
El
desempeño y estudio de mi trabajo me hacía comprender
la
gran ignorancia de una civilización anterior y su comportamiento,
donde
los obstáculos interpuestos por sí mismos
eran
constantes; se les podía dar un vaso de agua y la tiraban,
porque
era regalada, al tiempo que se reunían para pedir ayuda
y
poder recoger unas gotas.
Mis
padres me habían enseñado todo lo que sabían, su preciada
herencia
fue un pequeño manual, un legado de experiencia
y
sabiduría que sobrevivió a todas las inclemencias y vaivenes
de
la vida.
Legado
transmitido de padres a hijos. En él se encontraban
las
respuestas a muchos interrogantes de aquella época, explicándolo
a
través de sencillas enseñanzas.
Mi
familia me contaba bellos relatos de la antigüedad y eso
me
producía una inmensa curiosidad. Me hablaban de la existencia
de muchos
grupos étnicos y de cómo iban llegando a ciudades
Toekom
siguiendo a manadas de animales; todo ello se...
(Continuará, ver Fragmento XII)
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Si tienes prisa, piensa con calma, razona con la cabeza y actúa con inteligencia. |