viernes, 10 de enero de 2014

FRAGMENTO VII "EL DESASTRE PROVOCADO POR LA CORRUPCIÓN"del libro "LAS VENTANAS DEL MUNDO"



 "La ambición suele llevar a las personas a ejecutar los menesteres más viles. Por eso, para trepar, se adopta la misma postura que para arrastrarse."



FRAGMENTO VII


La corrupción y ambición provocaron el desastre, lo que un día fue nunca más volvería...)  
Un ejemplo de ello fue la negligencia cometida por la Agencia Mundial de Grandes Edificaciones (AMUGE), empresa responsable de la supervisión de la construcción de un dique que rodeaba a la bella y misteriosa ciudad de Nueva Orleans. 
Dos de mis amigos eran ingenieros de la agencia y una de sus responsabilidades, era la aprobación de la terminación de las mega-obras, mediante un exhaustivo análisis de comprobación de la edificación.



Un día, sin previo aviso, les comunicaron que debían viajar a Nueva Orleans. Fue un viaje relámpago en el que lo único que tenían que hacer eran unas certificaciones, nada complicado ya que las obras habían tenido varias supervisiones anteriores y en principio todo estaba conforme.
Dada la improvisación del viaje, decidieron llevarse a su pequeña Alejandra, de seis años.


Con ojos llorosos y mirada nublada, me contaron su experiencia.


Estaban realizando un estudio sobre los impactos de las grandes construcciones en el medio ambiente natural, cuando les informaron de este viaje; allí el destino les invitaría a conocer a los que serían sus grandes amigos en el futuro, una coincidencia que no suele acontecer pero que cuando ocurre, las almas se unen para siempre. Y así, desde el primer momento en que pusieron sus pies en tierra americana, fueron acompañados por todos los rincones y en todo momento por estas personas maravillosas que nunca olvidarían.

Vivían en Nueva Orleans, en una casa de dos plantas rodeada de un verde jardín, de los pocos que quedaban en esa época.
Una casa nada pretenciosa pero realmente bella, donde mis amigos pasaron unos días con Eliana, Marco y el pequeño Andrés.

Esto ocurrió pocos años antes de que sucediera aquella terrible hecatombe telúrica.
El pequeño Andrés, de pelo castaño y grandes ojos pardos, congenió con la pequeña Alejandra, cuyos rizos ondeaban en el aire armonizándose con sus cortos y graciosos pasos; ambos niños se hicieron grandes y entrañables amigos, y las dos parejas junto a sus hijos saborearon grandes momentos inolvidables.
Al caer la noche y con el sosiego merecido de un largo día agitado, disfrutaban de apasionadas charlas acompañadas de largos paseos al pequeño puerto de la base americana de Biloxi.
Algunas de esas noches acudían hasta un pequeño puente de madera, cerca de la base, donde junto con algunos esporádicos pescadores, lanzaban las redes al aire que caían en el agua como abanicos desplegados y en pocos minutos, lentamente, la subían de nuevo, recogiendo en ellas multitud de gambas y
otros pececillos.

—Íbamos de pesca —me decían con voz temblorosa.

Aquellos días que pasaron junto a ellos se trasladaron en el tiempo, era… ¿cómo expresarlo? Como si hubiesen vivido en otra época en la que aún se podía ver el cielo estrellado titilar y pasear percibiendo todos los olores de esa antigua y húmeda ciudad de Nueva Orleans, donde la música y la espiritualidad fluían por las calles, el jazz por todos los rincones y los niños bailando claqué con sus pequeños dedos dejándose entrever por esos desgastados y rotos zapatos que desprendían vida. Sí, Nueva Orleans era una ciudad que te embriagaba como el aroma de sus dulces viñets y la alegría de sus gentes.


De este modo iban combinando trabajo y ocio, aprovechando esta estancia para el estudio de la certificación del dique.
Uno de los sitios que visitaron fue la playa de Pensacola, cuya arena blanca se confundía con la sal y sus aguas cristalinas de color verde esmeralda les animaban a zambullirse y disfrutar de su frescor y a su vez calidez.
Todo era hermoso, una playa de ensueño cuyos finos hilos dorados desprendidos por el tímido sol que se ponía en el atardecer cubrían como un fino manto luminoso todo lo que su vista podían alcanzar; era un verdadero espectáculo que la naturaleza les ofrecía gratuitamente, una mezcla espectacular y desafiante de vivos colores.
El informe estaba listo y debían regresar, pero finalmente no firmaron las certificaciones de terminación de la obra del dique.
En el informe incluyeron detalles sobre las fallas de diseño e ingeniería, hablaron de la mala calidad del suelo y el hundimiento de la tierra (algunas secciones tenían un desnivel de hasta sesenta centímetros más bajas que Otras), y detallaron las grietas que vieron en los canales que atravesaban Nueva Orleans debido a una inadecuada construcción y a la compleja y desafiante geología de la región.
Entregaron el informe con la esperanza de que el dique fuese nuevamente inspeccionado por ingenieros y reconstruido en las zonas que se especificaban como altamente peligrosas;sin embargo, para su sorpresa el informe fue sellado como inconcluso, quedando censurado y anulado; se dio carpetazo y meses después enviaron a otros agentes que firmaron sin inconvenientes la certificación de terminación de la obra.
En la inauguración hubo champagne, aplausos y emotivos abrazos agradeciéndose los unos a los otros su gran labor, una verdadera pantomima de su gran incompetencia. AMUGE zanjó el tema, mis amigos fueron considerados dos personas poco colaboradoras e incómodas para la agencia y, como Resultado, fueron despedidos.

Pocos años después —prosiguieron mis amigos—, se podía leer en la prensa:
«Las turísticas playas de Pensacola en Florida, famosas por su arena blanca, fueron alcanzadas por la marea negra en el Golfo de México".



La oscuridad de las aguas procedentes de la plataforma Deepwater Horizon habían teñido las claras orillas de la playa, y el transparente mar se convirtió en una masa negruzca y aceitosa, asfixiando a todo ser viviente que iba encontrándose en su camino, devorando la vida y convirtiendo aquella preciosa playa en un basurero más de nuestro planeta Tierra. La costa estaba completamente lóbrega, era como si se penetrase en un mundo invisible a través de su oscuridad. Sus recuerdos de Pensacola quedaron velados por la marea negra, así como el prístino Nueva Orleans quedó sumergido bajo las aguas. Sus amigos desaparecieron, sepultados en alguna parte de la ciudad tras haber sido azotada por un gran tornado, e inundada por la caída del dique que la rodeaba...(Continuará,  ver Fragmento VIII)


DONDE COMPRAR "LAS VENTANAS DEL MUNDO":



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