"La ambición suele llevar a las personas a ejecutar los menesteres más viles. Por eso, para trepar, se adopta la misma postura que para arrastrarse." |
FRAGMENTO VII
La corrupción y ambición provocaron el desastre, lo que un día fue nunca más volvería...)
Un
ejemplo de ello fue la negligencia cometida por la Agencia Mundial
de Grandes Edificaciones (AMUGE), empresa responsable de
la supervisión de la construcción de un dique que rodeaba
a la bella y misteriosa ciudad de Nueva Orleans.
Dos de mis
amigos eran ingenieros de la agencia y una de sus responsabilidades, era
la aprobación de la terminación de las mega-obras, mediante un
exhaustivo análisis de comprobación de la edificación.
Dada
la improvisación del viaje, decidieron llevarse a su pequeña
Alejandra, de seis años.
Con
ojos llorosos y mirada nublada, me contaron su experiencia.
Estaban
realizando un estudio sobre los impactos de las
grandes construcciones en el medio ambiente natural, cuando les
informaron de este viaje; allí el destino les invitaría a conocer a
los que serían sus grandes amigos en el futuro, una coincidencia que
no suele acontecer pero que cuando ocurre, las almas
se unen para siempre. Y así, desde el primer momento en
que pusieron sus pies en tierra americana, fueron acompañados por
todos los rincones y en todo momento por estas personas maravillosas
que nunca olvidarían.
Vivían
en Nueva Orleans, en una casa de dos plantas rodeada de
un verde jardín, de los pocos que quedaban en esa época.
El
pequeño Andrés, de pelo castaño y grandes ojos pardos, congenió
con la pequeña Alejandra, cuyos rizos ondeaban en el aire
armonizándose con sus cortos y graciosos pasos; ambos niños se
hicieron grandes y entrañables amigos, y las dos parejas junto
a sus hijos saborearon grandes momentos inolvidables.
Al
caer la noche y con el sosiego merecido de un largo día agitado,
disfrutaban de apasionadas charlas acompañadas de largos
paseos al pequeño puerto de la base americana de Biloxi.
Algunas
de esas noches acudían hasta un pequeño puente de
madera, cerca de la base, donde junto con algunos esporádicos pescadores,
lanzaban las redes al aire que caían en el agua como
abanicos desplegados y en pocos minutos, lentamente, la
subían de nuevo, recogiendo en ellas multitud de gambas y
otros
pececillos.
—Íbamos
de pesca —me decían con voz temblorosa.
Aquellos
días que pasaron junto a ellos se trasladaron en el
tiempo, era… ¿cómo expresarlo? Como si hubiesen vivido en
otra época en la que aún se podía ver el cielo estrellado titilar y pasear percibiendo
todos los olores de esa antigua y húmeda ciudad de
Nueva Orleans, donde la música y la espiritualidad fluían
por las calles, el jazz por todos los rincones y los niños bailando
claqué con sus pequeños dedos dejándose entrever por
esos desgastados y rotos zapatos que desprendían vida. Sí, Nueva
Orleans era una ciudad que te embriagaba como el aroma de
sus dulces viñets y
la alegría de sus gentes.
De
este modo iban combinando trabajo y ocio, aprovechando esta
estancia para el estudio de la certificación del dique.
Uno
de los sitios que visitaron fue la playa de Pensacola, cuya
arena blanca se confundía con la sal y sus aguas cristalinas de
color verde esmeralda les animaban a zambullirse y disfrutar de
su frescor y a su vez calidez.
Todo
era hermoso, una playa de ensueño cuyos finos hilos dorados
desprendidos por el tímido sol que se ponía en el atardecer cubrían
como un fino manto luminoso todo lo que su vista podían
alcanzar; era un verdadero espectáculo que la naturaleza les
ofrecía gratuitamente, una mezcla espectacular y desafiante
de vivos colores.
El
informe estaba listo y debían regresar, pero finalmente no
firmaron las certificaciones de terminación de la obra del dique.
En
el informe incluyeron detalles sobre las fallas de diseño e
ingeniería, hablaron de la mala calidad del suelo y el hundimiento de
la tierra (algunas secciones tenían un desnivel de hasta
sesenta centímetros más bajas que Otras), y detallaron las grietas
que vieron en los canales que atravesaban Nueva Orleans debido
a una inadecuada construcción y a la compleja y desafiante geología
de la región.
Entregaron
el informe con la esperanza de que el dique fuese
nuevamente inspeccionado por ingenieros y reconstruido en
las zonas que se especificaban como altamente peligrosas;sin
embargo, para su sorpresa el informe fue sellado como inconcluso,
quedando censurado y anulado; se dio carpetazo y meses
después enviaron a otros agentes que firmaron sin inconvenientes la
certificación de terminación de la obra.
En
la inauguración hubo champagne, aplausos y emotivos abrazos
agradeciéndose los unos a los otros su gran labor, una
verdadera pantomima de su gran incompetencia. AMUGE zanjó
el tema, mis amigos fueron considerados dos personas poco
colaboradoras e incómodas para la agencia y, como Resultado, fueron
despedidos.
Pocos
años después —prosiguieron mis amigos—, se podía leer
en la prensa:
«Las turísticas playas de Pensacola en Florida, famosas por su arena blanca, fueron alcanzadas por la marea negra en el
Golfo de México".
La
oscuridad de las aguas procedentes de la plataforma Deepwater Horizon habían
teñido las claras orillas de la playa, y el transparente mar
se convirtió en una masa negruzca y aceitosa, asfixiando a
todo ser viviente que iba encontrándose en su camino, devorando
la vida y convirtiendo aquella preciosa playa en un basurero más
de nuestro planeta Tierra. La costa estaba completamente lóbrega,
era como si se penetrase en un mundo invisible a través
de su oscuridad. Sus recuerdos de Pensacola quedaron velados por
la marea negra, así como el prístino Nueva Orleans quedó sumergido
bajo las aguas. Sus amigos desaparecieron, sepultados en
alguna parte de la ciudad tras haber sido azotada por un gran
tornado, e inundada por la caída del dique que la rodeaba... (Continuará, ver Fragmento VIII)
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