sábado, 13 de julio de 2013

Fragmento: Las Ventanas del Mundo

 Esta historia puede ser tan real como tú quieras que sea, o quizás pueda serlo dentro de unos años, todo depende de tu percepción, de tu visión o simplemente de tú imaginación, pero hay algo seguro y es que el mundo está cambiando y nadie está libre de los efectos de estos cambios vertiginosos. (Mª del Carmen Aranda)

http://www.youtube.com/watch?v=vxaA8mnOroM



                                                      HISTORIA REAL


Me contaban mis abuelos como en los días de fiesta, amigos y familiares  hacían  pequeñas excursiones al río que tenían cerca de su ciudad; bajo una frondosa y verde arboleda cercana a la orilla del río extendían grandes telas de múltiples colores y todos compartían la comida: una tortilla de patatas, filetes empanados, pimientos verdes y refrescos. Todo junto a una gran sandía que ataban con mucho cuidado a una cuerda de cáñamo que a su vez estaba sujeta a un pedrusco, dejándola en la orilla del río durante horas hasta que estuviese suficientemente fresca; allí observaban, como las pequeñas plantas que crecían en su orilla se dejaban mecer a merced del agua  que golpeaba alegremente las piedras y juncos que a su paso encontraba; escuchaban el sonido de los pájaros y veían como algunas ranas saltaban sin ningún temor compartiendo su hábitat con ellos que, incansables chapoteaban y nadaban hasta el atardecer; una ligera siesta, un nuevo baño y la vuelta a casa. La alegría reinaba en sus corazones y no necesitaban nada más, el sonido del agua de aquel río limpio y fresco lleno de vida y color junto con el recuerdo de sus risas y las anécdotas ocurridas en el día, les acompañarían hasta la siguiente excursión.

Hoy, he ido a conocer ese río del que tanto me hablaron mis abuelos y he llorado. Busqué la arboleda y sí, encontré unos pocos árboles cuyas secas raíces desnudas se asomaban bajo la tierra suplicando ayuda, árboles mutilados y otros desamparados cuya tristeza se veía reflejada en sus hojas, hojas grises teñidas por los gases de los coches de la autopista cercana. ¿Qué había sucedido? No había juncos, ni piedras, ni ranas, ni se oía el ronco fragor de sus aguas.
¿Qué había ocurrido con su insinuante y atractivo color? En pocos años se había convertido en  una charca que desprendía un olor nauseabundo, permaneciendo allí prácticamente inmóvil, inerte. Sus aguas iban acompañadas de una especie de arco iris triste y apagado una variedad de colores mutilados entre verdes y morados y los pocos peces que se habían resistido queriendo sobrevivir, flotaban finalmente muertos, asfixiados en la orilla donde el cieno formaba una tierra pegajosa y resbaladiza, compartiéndola con cientos de insectos que  volaban cortejando la muerte que entre la basura se acumulaba.
   
Una vista fantasmagórica, una escena surrealista dentro de una realidad y allí de pie, mirando a mí alrededor, lloré.
Lloré desconsoladamente y sentí una gran tristeza y angustia; me sentí parte de ese árbol, de ese río, y de esos peces. Un gran vacío llenó mi ser, sintiendo la impotencia y la vergüenza de ser parte causante de la creación de ese espectáculo tan desolador.
A lo lejos un gran bullicio entre música, motores de coches y gentío llegaba a mis oídos entremezclándose con el aire, provenía de unos grandes almacenes llenos de luz y colores artificiales que se erigían orgullosos y ajenos  a ese espeluznante espectáculo como un gran panteón al pie del agonizante río....


María del Carmen Aranda: Autora de Flores entre escombros y La 5ª Clave. Encuentra lo que siempre has buscado.

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