Esta historia puede ser tan real como tú quieras que sea, o quizás pueda serlo dentro de unos años, todo depende de tu percepción, de tu visión o simplemente de tú imaginación, pero hay algo seguro y es que el mundo está cambiando y nadie está libre de los efectos de estos cambios vertiginosos. (Mª del Carmen Aranda)
http://www.youtube.com/watch?v=vxaA8mnOroM
HISTORIA REAL
Me contaban mis abuelos como en los días de
fiesta, amigos y familiares hacían pequeñas excursiones al río que tenían cerca
de su ciudad; bajo una frondosa y verde arboleda cercana a la orilla del río
extendían grandes telas de múltiples colores y todos compartían la comida: una
tortilla de patatas, filetes empanados, pimientos verdes y refrescos. Todo
junto a una gran sandía que ataban con mucho cuidado a una cuerda de cáñamo que
a su vez estaba sujeta a un pedrusco, dejándola en la orilla del río durante
horas hasta que estuviese suficientemente fresca; allí observaban, como las
pequeñas plantas que crecían en su orilla se dejaban mecer a merced del
agua que golpeaba alegremente las
piedras y juncos que a su paso encontraba; escuchaban el sonido de los pájaros
y veían como algunas ranas saltaban sin ningún temor compartiendo su hábitat
con ellos que, incansables chapoteaban y nadaban hasta el atardecer; una ligera
siesta, un nuevo baño y la vuelta a casa. La alegría reinaba en sus corazones y
no necesitaban nada más, el sonido del agua de aquel río limpio y fresco lleno
de vida y color junto con el recuerdo de sus risas y las anécdotas ocurridas en
el día, les acompañarían hasta la siguiente excursión.
Hoy, he ido a conocer ese río del que tanto me
hablaron mis abuelos y he llorado. Busqué la arboleda y sí, encontré unos pocos
árboles cuyas secas raíces desnudas se asomaban bajo la tierra suplicando
ayuda, árboles mutilados y otros desamparados cuya tristeza se veía reflejada
en sus hojas, hojas grises teñidas por los gases de los coches de la autopista
cercana. ¿Qué había sucedido? No había juncos, ni piedras, ni ranas, ni se oía
el ronco fragor de sus aguas.
¿Qué había ocurrido con su insinuante y atractivo
color? En pocos años se había convertido en
una charca que desprendía un olor nauseabundo, permaneciendo allí
prácticamente inmóvil, inerte. Sus aguas iban acompañadas de una especie de
arco iris triste y apagado una variedad de colores mutilados entre verdes y
morados y los pocos peces que se habían resistido queriendo sobrevivir,
flotaban finalmente muertos, asfixiados en la orilla donde el cieno formaba una
tierra pegajosa y resbaladiza, compartiéndola con cientos de insectos que volaban cortejando la muerte que entre la
basura se acumulaba.
Una vista fantasmagórica, una escena surrealista
dentro de una realidad y allí de pie, mirando a mí alrededor, lloré.
Lloré desconsoladamente y sentí una gran tristeza
y angustia; me sentí parte de ese árbol, de ese río, y de esos peces. Un gran
vacío llenó mi ser, sintiendo la impotencia y la vergüenza de ser parte
causante de la creación de ese espectáculo tan desolador.
A lo lejos un gran bullicio entre música, motores
de coches y gentío llegaba a mis oídos entremezclándose con el aire, provenía
de unos grandes almacenes llenos de luz y colores artificiales que se erigían
orgullosos y ajenos a ese espeluznante
espectáculo como un gran panteón al pie del agonizante río....
María del Carmen Aranda: Autora de Flores entre escombros y La 5ª Clave. Encuentra lo que siempre has buscado.
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