Y así permanecían,
en un pequeño habitáculo llamado "tierra" millones y millones de ellos.
Caminaban sobre sus pasos
creyendo descubrir nuevas fronteras,
sin saber donde ir,
ciegos de poder y soberbia.
Pobres..., no eran nuevos Mundos los que descubrían
sino sus propias miserias.
Arrastraban junto a ellas emociones como alimento
y en sus lares,
tras dejarlas bien custodiadas,
corrían el tupido velo de la abnegada esperanza,
sin luchar, sin creer, sin esperar nada.
Sin recordar que bajo sus golpeadas espaldas un dia tuvieron alas.
María Del Carmen Aranda