miércoles, 31 de mayo de 2017

Prólogo del Libro "Flores entre escombros" psicólogo españolJavier Urra


PRÓLOGO DE JAVIER URRA DEL LIBRO "FLORES ENTRE ESCOMBROS" 

Resulta inusual prologar un libro que ya va por su ter-
cera edición, de éxito en éxito, habiendo sido recono-
cido en premios, y su autora nombrada Embajadora
Universal de Paz. Lo único que me cabe es agradecer
a María del Carmen su cariño, que me consta que es
ampliable a su madre.
Perciban el título, no puede ser más esperanzado.
Lean las primeras palabras: «La miraba atentamente,
sin que ella se percatase. Miraba esos pasos cansados,
esa espalda encorvada y castigada por los años».
Así se escribe un libro dictado desde la mirada
inocente de una niña, que sufre la Guerra Civil, un
mundo hostil, lleno de resentimiento.
María del Carmen Aranda ha dado la palabra a
las imágenes percutientes que perforaron la epidermis
de la protagonista para quedar en su alma.
Los lectores han acogido con cariño este libro que
cuenta una verdad, una historia, unas vivencias antes
del trágico suceso.
Hay textos que son verdaderos, que son valientes;
como el de María del Carmen, una mujer madrileña
que escribe, que comunica desde la poesía y que gus-
ta de conducir un programa que lleva por título La
magia de la palabra.
Nos habla de una niña, de miles, de millones de
niños. De la infancia, de la mirada inocente, del ham-
bre. Estamos allá por 1930.
Una historia acontecida en Vallecas, puro Madrid
donde se compartía hasta el agua. Suena el 18 de ju-
lio de 1936 un mensaje de guerra. Un texto que no es
de historia, un eco de una sencilla vivencia, de una
realidad, a veces inenarrable cuando los aviones sobre-
volaron esas casitas de Vallecas. Llegaremos al final de
la guerra, abril de 1939. También llegaremos al final
del libro para recordar a aquella niña a la que robaron
su infancia.
Un libro breve, un regalo de María del Carmen. Dé-
jenme en este punto decir, afirmar, gritar que los niños
no son el futuro, son el presente. Que los adultos, los vie-
jos, somos aquello que quedó del niño que fuimos.
Por eso, no se puede entender que sigamos que-
brando la esperanza, pisoteando la sonrisa, perturban-
do la ingenuidad de los inocentes; y se haga en los ho-
gares y en ámbitos internacionales, con las guerras, con
los desplazamientos, con los secuestros.
Los niños no pueden entender una guerra, no les
cabe en su razón. Ellos pueden pelearse con otros ni-
ños, pero no acabar con ellos, no devastarlos, no tor-
turarlos, no fusilarlos.
Algo falla en el ser humano cuando para resolver
problemas, nos levantamos en armas, pasamos por la
guillotina, utilizamos gas mostaza, bombardeamos,
lanzamos armas nucleares.
Picasso reflejó en el Guernica la devastación, la
sinrazón, la tragedia, el miedo.
Niños que pierden algunas piernas por las deno-
minadas minas mariposa. Que quedan huérfanos. Que
lloran desoladamente, desde la incomprensión.
El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor.
España sufrió una terrible Guerra Civil que ha deja-
do marcas indelebles en las siguientes generaciones.
Nos queda retribuir la memoria histórica; pero el tiem-
po de la infancia no se recupera.
María del Carmen nos ha escrito un grito, nos ha
aproximado un desgarro, un viaje, un sentirse lejano y
desplazado. Hoy, el Papa nos exhorta hacia la paz,
cuando familias enteras mueren en el mar Mediterrá-
neo huyendo de una guerra que no pusieron en mar-
cha: cuántos emigrantes, cuántos refugiados, cuánta
incomprensión, cuántas lágrimas. Cuántas historias.
Pero es en una, en esta, en la que vemos una verdad,
un hecho, un palpitar, más allá de las lápidas, de las
cunetas y de los números.
Lea el libro, escúchelo.

JAVIER URRA

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