lunes, 17 de febrero de 2014

FRAGMENTO XI EL SINDROME DE KESSLER Y LAS NUEVAS CIVILIZACIONES "del libro "LAS VENTANAS DEL MUNDO"


La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta.



https://www.youtube.com/watch?v=vxaA8mnOroM


FRAGMENTO XI



Estas ciudades subterráneas fueron construidas a distintos
niveles; complejos sistemas de túneles con sus calles y zonas
comunales. Su acceso mediante puertas circulares las aislaba de
un mundo exterior, donde lo único visible de su presencia eran
unas grandes piedras que marcaban las posiciones de los profundos
pozos teniendo como función la de ejes de aire para los
distintos niveles de la ciudad.
Durante muchos años siguieron desarrollando su tecnología
y salvaguardando su poder bajo tierra. Cada ciudad subterránea
estaba en su totalidad controlada por un magnetismo
avanzado, incluyendo la iluminación; así, los túneles eran iluminados
por pentóxido fosfórico, un sistema aún desconocido
para nosotros.
Gracias al sistema de portador cuántico, habían conseguido
la transmisión de información y envío de residuos no orgánicos
a distancias impensables siglos atrás. Estos residuos eran
retre-transportados a la estrella Epsilon Eridani, a unos 10,5
años luz de la Tierra. Aunque su objetivo final era el retre-transport-
humanoide, aún les faltaba el uno por ciento para que el
retre-envío de humanos llegase a ser eficiente al cien por cien,
sin mutaciones en algunos de sus miembros.

En uno de los niveles más profundos de la ciudad subterránea,
se albergaba en cámaras acorazadas toda la información
y documentos secretos que servían para desarrollar muchos de
los estudios iniciados antes del cataclismo, así como también
custodiaban los nombres de esos otros mundos, cuyos extravagantes
seres procedentes de ellos nos ayudaron en cierta medida
a sobrevivir.
Años atrás habíamos iniciado una progresiva colonización
de la atmósfera, encontrándose esta cada vez más saturada de
satélites circunvalando la Tierra, puestos en órbita por las distintas
potencias en su ánimo de dominar el espacio, con fines
políticos-económicos y, sobre todo, militares.


Pero esta proliferación de objetos aéreos, y sobre todo el fin
de su vida útil, así como la existencia de propulsión nuclear
en muchos de ellos, generó una basura espacial crecientemente
peligrosa y tóxica. Solo en un periodo de 50 años de actividad
se colocaron en órbita más de 6.000 satélites, cifra que se duplicaría
en muy poco tiempo generando un espacio impracticable
donde miles de objetos orbitando darían lugar a colisiones
constantes entre ellos, generando nuevos fragmentos que a su
vez provocarían nuevas colisiones.

Un círculo vicioso con un efecto dominó, bautizado como
«Síndrome de Kessler». Un espacio atestado de basura cuyo acceso
fue imposible, prisionero en una celda de escombros, fruto
de nuestra impericia e irresponsabilidad. Quedamos encerrados
en una cárcel de la que difícilmente se podía salir.
Visitantes de nuestra galaxia se aproximaron a la Tierra
alarmados por una posible desaparición del ser humano, nos
brindaron sus conocimientos legándonos una tecnología avanzada
que quedaría postergada a ver la luzmuchos años después.

El tiempo había ido transcurriendo y la filosofía de una
nueva Era formaba ya parte de los habitantes Temuranos.
Poco a poco, como hormigas organizadas, escudriñando
cada palmo de tierra y asegurándose de que allí fuera también
podían vivir, fueron con prudencia dejando sus zulos sin mirar
hacia abajo. Sus miradas, con una cierta confusión y asombro,
se dirigían hacia el horizonte; una nueva vida les esperaba en
la que aplicarían todo lo investigado y desarrollado durante los
años vividos en las entrañas de la Tierra.
Y así, cuando pudieron comprobar que la vida en la superficie
era tan segura como sus dédalos, levantaron colosales
ciudades inteligentes dirigidas por grupos minoritarios que poseían
toda la información almacenada y desarrollada durante
esos años vividos bajo tierra y así lograr el poder absoluto sobre
el resto, controlando mediante un ordenador central a millones
de personas que carecían de una de las cosas más preciadas:
la capacidad de tomar una decisión.

Toda aquella historia pasó ante mis ojos como un soplo de
aire, habían transcurrido siglos y para mí simplemente había
sido un ligero sueño del cual me estaba despertando… o no.
Ya no era capaz de discernir si era una fantasía o realidad.

Me llamaba Magali Randa y vivía en una ciudad Toekom,
dedicando mi tiempo al estudio de civilizaciones y culturas
antiguas.
Me encontraba en otra dimensión, podría decirse que en un
nivel superior al que siglos atrás había vivido y donde la polémica
sobre ella era constante; unos decían que era la medida del
tiempo, otros que era una percepción de la realidad y otros simplemente
un plano astral. Pero al igual que el mundo tridimensional
tenía arriba-abajo, derecha-izquierda y delante-atrás, el
mundo astral tenía otras dos posiciones cuyo nombre no existía
simplemente porque no se había inventado, surgiendo la incredulidad
y el escepticismo de la mayoría.
En este nivel se vivía en una frecuencia donde se regresaba
a la conciencia de integración grupal, sin pérdida de la
individualidad.
Esta frecuencia era llamada zona arquetipal o inconsciente
colectivo, y era el lugar donde residían los sentimientos,
las emociones y los sueños; era la frecuencia de la sincronicidad,
la empatía y la telepatía; la última dimensión donde
experimentamos con el cuerpo físico como vehículo de aprendizaje.
En esta frecuencia percibíamos la multidimensionalidad
y nos dábamos cuenta de nuestra responsabilidad al hacernos
conscientes de que cada una de nuestras acciones afecta
al todo.
El desempeño y estudio de mi trabajo me hacía comprender
la gran ignorancia de una civilización anterior y su comportamiento,
donde los obstáculos interpuestos por sí mismos
eran constantes; se les podía dar un vaso de agua y la tiraban,
porque era regalada, al tiempo que se reunían para pedir ayuda
y poder recoger unas gotas.
Mis padres me habían enseñado todo lo que sabían, su preciada
herencia fue un pequeño manual, un legado de experiencia
y sabiduría que sobrevivió a todas las inclemencias y vaivenes
de la vida.
Legado transmitido de padres a hijos. En él se encontraban
las respuestas a muchos interrogantes de aquella época, explicándolo
a través de sencillas enseñanzas.
Mi familia me contaba bellos relatos de la antigüedad y eso
me producía una inmensa curiosidad. Me hablaban de la existencia
de muchos grupos étnicos y de cómo iban llegando a ciudades 
Toekom siguiendo a manadas de animales; todo ello se...


(Continuará,  ver Fragmento XII)

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