sábado, 30 de noviembre de 2013

FRAGMENTO II EL INICIO DE UNA HISTORIA del libro "LAS VENTANAS DEL MUNDO"

ROBERTSON, F. WILLIAM DIJO:

"Hay un pasado que se fue para siempre, pero hay un futuro que todavía es nuestro."

Empecé a recordar, seguía sentada allí, agotada... eran atisbos de mis emociones de un pasado que recordaba con añoranza viendo como un presente lloraba por aquello que fue y no volvería, los sentimientos me tenían bloqueada y aumentaban mi agotamiento. Todo ello iba grabándose en mi mente, fotografías secuenciadas de un pasado y la realidad de un presente que debía imprimir, que debía contar y así comencé el inicio de una historia. 






FRAGMENTO II


EL INICIO DE UNA HISTORIA

Me contaban mis abuelos cómo en los días de fiesta, amigos y familiares hacían pequeñas excursiones al río que tenían cerca de su ciudad; bajo una frondosa y verde arboleda cercana a la orilla del río extendían grandes telas de múltiples colores y todos compartían la comida: una tortilla de patatas, filetes empanados, pimientos verdes y refrescos. Todo junto a una gran sandía que ataban con mucho cuidado a una cuerda de cáñamo que a su vez estaba sujeta a un pedrusco, dejándola en la orilla del río durante horas hasta que estuviese suficientemente fresca; allí observaban cómo las pequeñas plantas que crecían en su orilla se dejaban mecer a merced del agua que golpeaba alegremente las piedras y juncos que a su paso encontraba; escuchaban el sonido de los pájaros y veían cómo algunas ranas saltaban sin ningún temor compartiendo su hábitat con ellos que, incansables, chapoteaban y nadaban hasta el atardecer; una ligera siesta, un nuevo baño y la vuelta a casa. 
La alegría reinaba en sus corazones y no necesitaban nada más, el sonido del agua de aquel río limpio y fresco, lleno de vida y color, junto con el recuerdo de sus risas y las anécdotas ocurridas en el día, les acompañarían hasta la siguiente excursión.

Hoy he ido a conocer ese río del que tanto me hablaron mis abuelos y he llorado. Busqué la arboleda y sí, encontré unos pocos árboles cuyas secas raíces desnudas se asomaban bajo la tierra suplicando ayuda, árboles mutilados y otros desamparados cuya tristeza se veía reflejada en sus hojas, hojas grises teñidas por los gases de los coches de la autopista cercana. ¿Qué había sucedido? No había juncos, ni piedras, ni ranas, ni se oía el ronco fragor de sus aguas.

¿Qué había ocurrido con su insinuante y atractivo color?

En pocos años se había convertido en una charca que desprendía un olor nauseabundo, permaneciendo allí prácticamente inmóvil, inerte. Sus aguas iban acompañadas de una especie de arco iris triste y apagado, una variedad de colores mutilados entre verdes y morados; y los pocos peces que se habían resistido queriendo sobrevivir, flotaban finalmente muertos, asfixiados en la orilla donde el cieno formaba una tierra pegajosa y resbaladiza, compartiéndola con cientos de insectos que volaban cortejando la muerte que entre la basura se acumulaba.

Una vista fantasmagórica, una escena surrealista dentro de una realidad. Y allí, de pie, mirando a mi alrededor, lloré. Lloré desconsoladamente y sentí una gran tristeza y angustia; me sentí parte de ese árbol, de ese río y de esos peces.

Un gran vacío llenó mi ser, sintiendo la impotencia y la vergüenza
de ser parte causante de la creación de ese espectáculo tan desolador.

A lo lejos, un gran bullicio entre música, motores de coches y gentío llegaba a mis oídos entremezclándose con el aire, provenía de unos grandes almacenes llenos de luz y colores artificiales que se erigían orgullosos y ajenos a ese espeluznante espectáculo como un gran panteón al pie del agonizante río.




Me pregunté qué ocurriría dentro de unos años con mi mar, ese mar azul cuyas olas acariciaban constantemente la orilla, mojando esa fina tierra, desprendiendo ese olor a sal y a vida; qué sería del volumen de las nubes, la velocidad y dirección de los vientos, la textura del cielo por la noche, el color
del sol en el día, la intensidad del rocío al amanecer; qué sería de esos pequeños pececillos que sin ningún temor nadaban alrededor de mis pies, de los paseos por la playa donde el viento receloso acariciaba con mimo mi piel, el sonido de los niños que inquietos y burlones construían sus castillos de arena adornándolos con conchas y algas marinas mientras que pequeños
cangrejos corrían despavoridos hacia la orilla sintiéndose amenazados por aquellos traviesos pequeños.

¿Podría ocurrir lo mismo? ¿Podría el eco de esas risas llenas de vida desaparecer? ¿Podría un día abrir mis ojos y ver mi mar, mi playa, mis recuerdos, todos esos olores transformarse de igual manera que se transformó el río de mis abuelos?

«Nada perdura», pensé. ¡Qué tristeza!, ni siquiera los pensamientos en nuestro interior.

El mundo está cambiando y, aunque la memoria incansable se resiste manteniendo vivo en nuestra retina lo que era la sociedad, quizás dejemos de recordar esas maravillosas sensaciones que un día percibieron nuestros sentidos y no merecerá la pena perder el tiempo buscándolas; simplemente desaparecerán o se olvidarán.... (Continuará,  ver Fragmento III)

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María del Carmen Aranda en la Fería del Libro de Madrid "Retiro"

domingo, 24 de noviembre de 2013

Cuento: El pequeño Mourak

Mourak era un niño solitario que vivía con sus tíos egoístas y avaros en lo alto de una gran montaña, rodeado de oro y riquezas.
Una mañana Mourak escucho a sus tíos murmurar: -El que venga a visitarnos tendrá que tener buenos caballos y eso significará que merecerán la pena, y los que no, no podrán subir jamás por esta pendiente. ¡Qué se queden abajo con su suciedad, esos pobres malolientes!
Aquello le entristeció y esa misma mañana decidió seguir el curso de un pequeño riachuelo cuya agua brotaba con timidez a través de las rocas que rodeaban su gran Imperio;  anduvo y anduvo pendiente abajo hasta llegar al valle donde el río abrazaba al pequeño pueblo.
Tras un pequeño arbusto recio y seco, Mourak observó como un niño jugaba en el agua hasta el anochecer, su cuerpo brillaba tanto que parecía una estrella dorada.
De vuelta a casa Mourak lloraba desconsoladamente ya que intentaba subir por la empinada montaña, pero resbalaba y resbalaba. – No lo lograré jamás – se decía entre lágrimas.
Al día siguiente vio a dos niños  de nuevo jugando en el agua y al igual que la noche anterior, dos cuerpos dorados como estrellas salieron corriendo escondiéndose de nuevo en las pequeñas grietas que, inexplicablemente se abrían en la montaña.
Bueno -pensó- algún día vendrán a buscarme. Yo no puedo subir, asi que viviré aquí, entre cáñamos, espinosas zarzas y verdes árboles.
Al tercer día, tres niños dorados volvían de nuevo al río a jugar.
Repentinamente un grito en la noche le hizo a Mourak despertarse.
-¡Socorro, socorro! ¿Es que no hay ningún pobre maloliente que nos pueda ayudar y a nuestra rica casa poder de nuevo llegar? -Eran sus tíos avaros y crueles que por fin habían decidido bajar a buscar a Mourak,  pues ya no veían a su alrededor  su apreciado oro titilar.
Todos los vecinos salieron y les dijeron: -Lo único que tenemos y les podemos brindar es nuestra casa y nuestra amistad. La pendiente de la montaña es demasiado alta y nunca allí podríamos llegar.
¡Oh No!- Dijeron-  ¿Aquí? ¿Quedarnos aquí?  ¡Jamás!
Yo quiero quedarme con ellos -dijo el pequeño. -Iros vosotros. Lo que arriba tenemos no es felicidad. Quiero estar con los niños dorados, saltar en el agua, pasear por el valle, jugar con los animales y a los árboles abrazar.
¡Está bien! Tú lo has querido, serás tan maloliente como ellos y aquí toda tu vida te quedarás. Nosotros nos vamos a nuestro reino, a lo más alto de la montaña donde ninguno de estos mugrientos pueda molestarnos jamás.
Y así lo hicieron, caminaron por extraños caminos e intentaron subir la gran pendiente,  hasta que una fuerte tormenta les detuvo, dividió las tierras y se quedaron aislados, perdidos en el inmenso bosque para siempre.
Dicen que en las noches de luna llena  se ven reflejadas en el río dos figuras que caminan intentando subir a lo alto de una montaña, sólo poseyendo sus manos sucias y arañadas
Que cada lágrima que Mourak derramó, supuso una grieta en la montaña  y que eran los pequeños duendes los que deslizaban hasta el río miles de briznas de oro para iluminarle su camino.
Desde entonces, los habitantes del valle contemplan como grandes cascadas doradas  brotan  incesantes desde la alta montaña, dando a todo el  que las contempla  “La Eterna Felicidad”.
María del Carmen Aranda es escritora y autora del blog mariadelcarmenaranda.blogspot.com

jueves, 21 de noviembre de 2013

PROLOGO DE FLORES ENTRE ESCOMBROS

Dedicado a una gran mujer, mi madre, mi amiga y mi confidente.

http://www.youtube.com/watch?v=7e9JdAilXlE



Era una tarde de marzo de 2006, sentada en el salón de casa de mi madre con
mis hijos Sandra y Miguel rodeada de un  ambiente acogedor nos sobresalto
una desagradable noticia en los informativos, mi madre hizo un comentario
sobre lo que sufrió en la posguerra y ello me hizo meditar. En aquel momento
sentí un gran impulso de escribir los sentimientos y vivencias de mi madre  y
así mis hijos también podrían comprender la gran suerte que tienen de poder
disfrutar de esas pequeñas cosas que en una guerra no se tiene y donde todo se pierde.
La historia de una niña nacida en un periodo  de revueltas, viviendo una guerra
y las secuelas de una más dura posguerra me hizo tomar finalmente esta
decisión.
Quería que todos los que leyesen este libro compartiesen estos sentimientos.
El valor, la esperanza y la integridad de las personas se esparce por todos los
rincones del planeta  sea cual sea la raza, el color o la religión, todos los seres
humanos tenemos los mismos sentimientos miedos y esperanzas, la diferencia
entre unos y otros  esta en la forma  de expresarlos.
La rosa temblorosa
Se desprendió del tallo
Y la arrastró la brisa
Sobre las aguas turbias del pantano.
Una onda fugitiva
Le abrió su seno amargo,
Y estrechando a la rosa temblorosa
La deshizo en sus brazos.
Flotaron sobre el agua
Las hojas como miembros mutilados,
Y confundidas con el lodo negro,
Negras, aún más que el lodo, se tornaron.
Pero en las noches puras y serenas
Se sentía vagar en el espacio
Un leve olor de rosa
Sobre las aguas turbias del pantano.


RICARDO JAIMES FREYRE

miércoles, 20 de noviembre de 2013

FRAGMENTO I, ASÍ EMPECE A ESCRIBIR " LAS VENTANAS DEL MUNDO"

PABLO PICASSO DIJO: 

"Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando"y así empecé a escribir mi novela "Las Ventanas del Mundo", dibujando en mi mente imágenes plasmadas sobre el papel mediante la escritura. 

Me encontraba sola en casa, estaba agotada y sentía frío, me quede sin saber porque, sentada e inmóvil, escuchando el silencio y haciendo una especie de recuento mental de lo que había sido el día; era una tarde gris y mil pensamientos venían a mi mente sin poder pensar con claridad; de repente me vi reflejada en un cristal como si no fuese yo, me veía desdoblada en otra mujer confundida ante un futuro nada halagüeño; todo un planeta insignificante dentro de un gran Universo que vivía frenético y ciego por conseguir el poder y manipular la información.


LAS PROFUNDIDADES DE NUESTRO INTERIOR

Hay pocas cosas en la naturaleza que sobrecojan tanto como el mar, seguramente porque su inmensidad deja pocas cosas para ver en su superficie y son sus profundidades lo que nos atemorizan ya que albergan todavía secretos inconfesables.

Cuando lo miramos nos  damos cuenta de lo insignificantes que somos los humanos en este mundo. A pesar de todo, son sus profundidades, donde la luz ya no penetra, lo que nos atrae y seduce a la vez que nos asusta. La típica ambivalencia del ser humano.

En esas profundidades, si no existieran seres extraños y desconocidos a nuestros ojos, la mente humana los inventaría, creando verdaderos monstruos emergiendo de lo más profundo de nuestro interior para sembrar en el mundo el terror y la muerte, monstruos creados como respuesta a nuestra avaricia, egoísmo, prepotencia e impotencia  ante la Madre Naturaleza, que calla y sufre en silencio tan inteligentemente, que nos hace bailar al son de su música golpeando con su batuta el facistol de la tierra y levantando su mano de vez en cuando, para advertirnos que será implacable si nos mantenemos caprichosos e intolerantes, no aceptando nuestras limitaciones, las cuales el hombre ha experimentado durante milenios demostrando temor y espanto ante la grandiosidad de las montañas, la inmensidad de los océanos, la frondosidad de los bosques, la desolación de los desiertos o ferocidad de los volcanes.

Hostiles lugares que evocan la muerte, humillándonos con su amplitud y grandiosidad y amenazándonos con su poder; no somos dioses, simplemente somos pequeñas piezas de un gran engranaje, donde cada una de ellas tiene una función vital dependiendo de la otra pieza que tiene a su lado, pero aún así florecemos inocentemente necios pensando que dirigimos los hilos de nuestros movimientos.

 Dicen que prolifera un síndrome que se caracteriza por una necesidad de escapar de la realidad que nos envuelve, y eso nos hace dirigir la mente hacia lo más oculto, hacia lo más lejano, en busca de lo más inaccesible y muchas veces de lo más despreciable... (Continuará, ver Fragmento II)

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domingo, 17 de noviembre de 2013

Relato: Eperando a Martina

Dicen que cada uno de nosotros tiene en algún lugar del mundo su otro medio yo, y que tiene que buscarlo para que no sufra su otro medio corazón.
Esta, es una bella historia de Martina y Calisto, dos almas puras y llenas de amor que en su camino se encontraron y allí, donde quieran que vayan, siempre, unidos los dos.
Pasaban las horas y donde antes se oían las risas y charlas animadas ahora sólo se oía el tic-tac de las agujas de un viejo reloj.
-¿Dónde estás? -¿Por qué no te encuentro?
Gritaba Calisto,  y ella con voz apagada y casi sin aliento, desde la lejanía de no más de  cinco metros, le contestaba: – Ya voy Calisto, espera amor mío, que ya voy a tu encuentro.
Martina iba despacio, no podía correr, sostenida por un bastón de madera iba silenciosa arrastrando su delicado e hinchado cuerpo sostenido por sus desgastados y dolorosos pies. Sus ojos envueltos por los surcos de una vida ya vivida se mantenían puros e inmaculados, manteniendo en ellos su sempiterno amor  por Calisto recelosamente durante años custodiado.
Solos los dos, ella y él en aquella vieja habitación que un día, nido de amor fue.
-Pero… ¿Dónde estás?  Musitaba Calisto transido de dolor.
- Martina, Martina,  ven… ven a mi encuentro.
Y ella, a duras penas continuaba pasito a pasito arrastrando sus pies, deseosa, nerviosa  por encontrarse de nuevo con él.
-Extiende tus brazos Calisto, que ya llego.
Sus cuerpos titilantes se abrazaron  pero sus ojos ya no podían ver, y así un día tras otro hasta que una noche de luna cerrada su beldad quedo por siempre impresa en su piel.
Buenas noches Martina, hasta mañana Calisto.
El día ya había pasado quedándose dormido un nuevo amanecer.


http://www.youtube.com/watch?v=vxaA8mnOroM 
http://www.youtube.com/watch?v=7e9JdAilXlE
http://www.youtube.com/watch?v=iXFccTVfMfM
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miércoles, 6 de noviembre de 2013

La mujer en la Literatura ha sido hasta hace muy poco la gran desconocida"- La Biblioteca Pública del Retiro abre sus puertas... a la novela "Las Ventanas del Mundo" Calle Doctor Esquerdo, 189, 28007 Madrid


Pilar Salgado, directora de la Biblioteca pública de Retiro, me abrió sus puertas en la presentación de mi primer libro "Flores entre escombros" apadrinado por  Emilio de Villota.

http://www.youtube.com/watch?v=7e9JdAilXlE




  • Este 13 de Noviembre a las 

    19:00horas, tuvo lugar en la misma sala 


    de la Biblioteca, una breve charla sobre el 


    papel de la mujer en la Literatura, también se presento mi última novela
     "Las 

    Ventanas del Mundo".



    Aparentemente la mujer se mostraba como un ser libre sin embargo la historia no nos ha tratado de esta manera. durante siglos y siglos hemos permanecido bajo el dominio del hombre, nos han visto como a meros objetos, seres inferiores incapaces de pensar por nosotras mismas e incluso se ha dicho de nosotras que éramos un producto malformado de la naturaleza. Grandes escritores novelistas, dramaturgos conferenciantes han dejado plasmado en sus escritos, legados a la humanidad su sentimiento y pensamiento de inferioridad hacia la mujer algunos ejemplos de misoginos y otros mera burla.

    Grandes escritoras de no hace más de 200 años como Virgnia Wolf, Rosario Acuña, Emilian Bazan y nuestras grandes escritoras del siglo XX y XXI han demostrado que en estos años hemos podido alcanzar la madurez en la literatura  sin haber tenido infancia ni adolescencia. 



    AñInteresante Charla Coloquio sobre el Papel de la Mujer en la Literatura
    Con Paloma González Presidenta de la Asociación de Mujeres de la Biblioteca del Retiro y la Vicepresidenta 

    Junto con la Presidenta de la Asociación

    Gran acogida con un público excepcional

    Por más de 4.000 años ha permanecido la cultura bajo el dominio del hombre y hoy por fin al menos en Países no autoritarios ni dictatoriales, las mujeres podemos expresar nuestra opinión sin tener que escondernos, ni hacer novenas mentalmente mientras preparamos la cena y acostamos a nuestros hijos. 

    El papel de la mujer en la Cultura es esencial. Aún hoy en día esta muy relegado tanto en la opinión pública como la crítica de los medios.

    Se nos aconseja en muchas ocasiones firmar nuestras obras con Seudónimos. 


    Os dejo el prólogo de la escritora Marcela Serrano del libro  “Ibamos a ser reinas” :
    FINALIZO LA LECTURA Y PERMANEZCO INMOVIL, EN SILENCIO, ARRINCONADA EN UNA ESQUINA DE LA HABITACIÓN, COMO SI CUALQUIER MOVIMIENTO, EL MAS MÍNIMO, PUDIESE TRAERME EL DOLOR DE LAS OTRAS, NO SOLO A MIS OJOS, TAMBIÉN A MI CUERPO, ESE CUERPO EN DONDE SE MATERIALIZA LA DESIGUALDAD MILENARIA, ALLÍ DONDE HAN ASESTADO LA INJUSTICIA POR UN SOLO MOTIVO; POR SER EL CUERPO DE UNA MUJER.



    ¿Que me inspira a escribir y porque lo hago?

    ¿Quienes son los verdaderos protagonistas 

    de nuestros escritos?






  • martes, 5 de noviembre de 2013

    16 de Noviembre Valladolid "Encuentro Nacional de Escritores Éride Ediciones"

    http://www.youtube.com/watch?v=vxaA8mnOroM




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